Luna

Luna

Luna, es la niña que vive en Lucifer. Es muy creativa y ayuda a que todo lo que parece severo se vuelva amigable con el arte de la fantasía. De cierto modo es la máscara en una tragedia, permite que pueda aprehenderse hasta lo más horrendo volviendo la verdad más cruda algo romántico. Es enamoradiza, en especial de las ideas, se deja seducir con facilidad por estas hasta el punto de negar la realidad en un grado. Se maravilla de muchas cosas, incluso de las que parecen simples, es la inocencia disfrutando la vida.

Sobre la fantasía no lo considero dañino, para poner un ejemplo es la experiencia de amor. En lugar de reducirlo a un fenómeno fisiológico, la fantasía permite que se pueda disfrutar y saber que por el sentimiento puedes hacerte alguien mejor, no es necesario comprender como surgió con algún análisis simplemente aprecias que está allí y te dejas llevar.

Se siente pequeña, tanto como un insecto que pueden aplastar sin darse cuenta, es temerosa. Siente que necesita de alguien que la cuide, pero es tan vulnerable que teme pedir ayuda. Su tamaño la hace desconfiada, teme que a quien pida ayuda pueda hacerle más daño.

Ahora mismo está muerta de miedo en un rincón*, quiere hacerse más pequeña hasta desaparecer. Nos la negamos porque sentimos que es muy vulnerable para un mundo tan cruel, aunque cuando está solemos cantarle una nana para que sonría y este tranquila.

Recuerdo
Sabes Luna, o más bien mi Pálida Luna. Es curioso que me duela recordarte cuando estabas a flor de piel, es curioso que casi te haya olvidado cuando teníamos 10 años. Y aún después de una década el dolor persiste, porque pequeña, las lágrimas no paran de brotar. Me alegra que la roptura que teníamos en ese entonces la hayamos curado, creo que nos hará sonreir otra vez al final de este momento.

Pero casi lo único que recuerdo es el sufrimiento, fue ese año cuando tuvimos nuestro primer periodo menstraul, aunque con anterioridad habíamos notado las señales, intentamos negarlo. Cuando me odié y me maldije ese día, porque aún no me sentía una mujer, ni tan siquiera una adolescente. En ese entonces aún se nos decía "siéntete feliz y muy orgullosa, ya eres una mujercita" cuando la menarquia aparecía. Mi madre, fue la más empeñada en recordármelo a cada oportunidad.

Me habría encantado escuchar un: no temas a los cambios, seguirás siendo tú. Claro que tampoco exterioricé las dudas que me abrumaban. Luna, te juro que ese día sentí que me perdería a mi misma, para caer al abismo, porque no tenía ni idea quien saldría de aquel cambio. Fue ese miedo que me creó tanto rechazo a la idea de ser mujer, tanto rechazo a mi propio cuerpo, un rechazo a mi misma a final de cuentas.

Fue difícil darme cuenta de que mi cuerpo es parte de mi, y aunque en ese momento no fuera lo que esperaba, finalmente sabemos que crecer no destruirá quienes somos. Años tormentosos aquellos en los que mi madre decía que ya no podía jugar ni tener jueguetes, porque yo ya no era una niña, en que ahora debía vestir "como una mujer" comportarme "como una mujer", y todo ello, me hacía sentir extraña a mi misma. Mi abuela me enseñó a tener vergüenza de mi menstruación, porque si dejaba cualquier rastro de ella, sería escudriñada con cuantos días duraba mi periodo, cada cuanto venía mi menstruación. Y mi poca regularidad sería motivo de crítica. Hasta de mis compañeras del colegio escuché "ella se ha desarrollado tan chiquita, que anormal" en tono burlón.

Años habrían de pasar hasta encontrar mujeres que no me violentaran con los pormenores de mi cuerpo femenino. Tenía miedo de engendrar una hija, porque seguramente heredaría el desarrollarse a temprana edad, y como sabes sufrí bastante. Pero hablando de ello puedo decir que el dolor y el trauma no venía de mi cuerpo y mi temprano desarrollo, sino de quienes me rodearon. Se que si mi hija tiene su periodo a temprana edad tendrá una madre que la llenará de seguridad, que la acompañará y a cada oportunidad le surrurará "no tengas miedo, con menstraución o sin ella serás la misma persona" no la obligaré a comportarse de una manera de la que no se siente. Y espero que así, no se rechace a sí misma, ser una mujer no es algo que deba desqualificarla, sino una cualidad.

¿niña o mujer? O ¿niña y mujer?
Aunque todas seamos a final de cuentas la misma persona, a veces nos cuesta relacionarnos ¿Curioso no? Esta conversación es producto de continuar la anterior, de adentrarme un poco más en los recuerdos de mi paso por el cambio de niña a mujer. Esta historia transcurre muy cerca a mis 10 años, aunque la fecha exacta no la puedo recordar.

Una de las primeras señales de empezar a madurar es el crecimiento de los pechos, por fortuna los míos son pequeños, por lo que nadie se dio cuenta hasta que mi periodo se hizo presente. Fue entonces cuando me dijeron que debía empezar a utilizar "acostumbrador". No puedo negar que el nombre en sí me parece incómodo y violento, pero al mismo tiempo apropiado, es una prenda que sin ser un sostén te "acostumbra" a llevar uno. Me sentí como una potranca salvaje, capturada y que empezaba el doloroso proceso de doma, porque justamente ambas cosas son la misma. Los caballos son animales muy sensibles, así que para que puedan llevar una persona hay que mitigar su sensibilidad, uno de esos procesos es que se acostumbren a llevar la brida. Yo me sentía en la misma posición que ellos.

Recuerdo que quería salir a jugar al parque como siempre lo había hecho. Vestida como siempre, con pantalones cómodos para moverme con libertad, tenis y camisa. Pero mi madre pensaba distinto. Habíamos estado discutiendo un largo rato. Yo no quería llevar el acostumbrador, y ella me lo exigía. Entre las cosas que llegó a decirme es que ese día vendría un hombre a la casa y "que vergüenza que me viera así, con los senos escurridos, que asco". Finalmente se impuso, apelando a la niña que todavía era, y que ella se negaba en reconocer. No podría salir a jugar si no usaba el acostumbrador que me habían comprado. Así que mi madre ganó y me lo puse.

Al igual que un caballo que usa una brida por primera vez, era demasiado incómodo para mi, intenté soportarlo un tiempo, pero al cabo de una hora estaba harta. Por fortuna el parque quedaba junto a una capilla, por lo que me escabullí de mis amigos un rato, y detrás de la capilla solté las tiras del costumbrador y la prenda se deslizó por debajo de mi camisa fuera de mi cuerpo. Era libre de nuevo.

¿Sabes madre? Con todo lo que me dijiste ese día me hiciste sentir más rechazo a mi cuerpo y a mi misma, por fortuna me fui recuperando con los años e hice frente a mi reflejo en el espejo ¿Sabes que descubrí? Con sostén o sin el, mis senos no están escurridos, ni son algo feo o asqueroso, como pensé por mucho tiempo, por eso y más que me dijiste. Hoy no uso sostén, nunca pude acostumbrarme a ello. A veces uso tops deportivos, a veces salgo en topless. Y ningún hombre me lo ha reprochado, es más, al hombre con quien quiero pasar el resto de mi vida, le encanta. Aunque claro, si alguna persona me lo reclama, hombre o mujer, no dudaré en contestarle que mi cuerpo es mio, así que soy la única que puede considerar lo que es o no "una falta de respeto".

Luna, comprendo tu miedo a crecer. Y tu incomodidad al ver que el tiempo ha sido inevitable, y que, ya crecimos. Pero te pido que no cierres los ojos y mires a la bella dragona que está en frente. Su pelaje es del tono del ocaso, tiene una mirada fiera en sus ojos verdes y se considera "la mujer salvaje". Porque no se ha sacrificado buscando aprobación, sino que ella misma se la ha dado, por ello no usa vestimenta alguna en su forma, ella es afirmación de si misma, de su desnudez. Puede parecer imponente, no hay duda o miedo en sus pasos. Pero es más una leona que una fiera. Su fuerza es para cuidar, nunca para lastimar, conserva tu sensibilidad intacta. Mira bien Luna, ella es en lo que creciste, y está muy lejos de ser una extraña. Porque esa misma niña que se quitó el acostumbrador detrás de la capilla, mostró tener el valor para hacerse una mujer salvaje, una que no aspira a la aprobación, sino que es capaz de dársela ella misma y correr libre, como las criaturas salvajes que llevamos todas en nuestro interior.